19 septiembre 2009

Por una crónica de más

Pensando seriamente en tomarme una clarita (y tratando de recordar cómo más se le llama) procedo a una nueva crónica (tratando de no pensar que tendría que haber sido sobre otra cosa). El bajón me vuelve una escritora prolijita, digo prolífica... lo que no es indicativo de calidad.


Llaves, celular, cédula, boletera, plata, música y pena.
Sip. Tengo todo.
Me cierro la campera y sus bolsillos.


Cierro los ojos y respiro.


Salgo a caminar, deseando encontrarte y sabiendo que no va a pasar.
Entro al subte, deseando dejar de pensar en vos y sabiendo que no va a pasar.
En un cuartito XXS, según su propia definición, encontré lo que estaba buscando...
No, no era el video de la chica cortando cebolla, eran lágrimas.
(Más info sobre la muestra, click acá)

Muchos frasquitos, colgando del techo, como lágrimas pendientes, como lágrimas perdidas.
Lágrimas de risa, lágrimas de cine, lágrimas de música, con rimel y sin él, de borrachera y de cebolla, de amor y de dolor... Y lágrimas de Soledad.

Salí del subte sintiendome menos sola, más adelante un trompetista acompasa mi paso por la peatonal, hasta que llegué a la rambla donde el viento llenó mis ojos de lágrimas.




Soledad,
aqui estan mis credenciales,
vengo llamando a tu puerta
desde hace un tiempo,
creo que pasaremos juntos temporales,
propongo que tu y yo nos vayamos conociendo.
...
Ya pasó
ya he dejado que se empañe
la ilusión de que vivir es indoloro.
Que raro que seas tú
quien me acompañe, soledad,
a mi, que nunca supe bien
cómo estar solo.
(Soledad, Jorge Drexler)

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