18 abril 2011

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No estaba esperando verlo, menos después de tantos años sin saber de su paradero. Pero ahí estaba, al lado de la cama, como esperándome, con esa actitud tan propia, que hace pensar que nunca se fue.
Quise ignorarlo pero me fue imposible, los recuerdos volvían y se me hacía irresistible.


"Bueno, un ratito nomás, para ver cómo anda".
Gran error.


Bastó con tocarlo brevemente para recordar por qué me gustaba tanto. Cientos de horas en la cama, otras tantas en el sillón. Escuchando música, pasando el tiempo, sobretodo los días de lluvia.
Lo recorrí despacito, con la punta de los dedos, para recordarlo. Un pequeño roce hizo que se encendiera, casi que brillara, y así nos quedamos, como si el tiempo no hubiera pasado, como antes, como siempre. Respondía a cada toque casi al instante, me llevó pocos minutos recordar la presión ideal, la velocidad más cómoda, los movimientos más sutiles y simples, que provocaban reacciones en cascada.

Esta mañana nos despedimos.
No sé si volveré a verlo.


Cómo te extrañe, GameBoy...

3 comentarios:

  1. Uh! Qué d+! Yo quiero!!!
    Muy bueno el relato :D

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  2. Cyn: dale, reíte nomás. No, en serio, reíte que hace bien.

    Martín: después te lo presto :D

    Gracias por pasar, gords, son todo.

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