Una parte fundamental de las crónicas de mis parciales es saber el resultado, así que hasta que no lo tenga no podré relatar el Inorgánica Quest. Pero tengo alguna que otra historia...
No voy a ir a Lo de Margot, no voy a ir a Lo de Margot. No, no y no.
Mañana tengo parcial. Hay que estudiar. Si, si y si.
Me enteré que cantaba Tabaré Leytón en el Bar El Hacha. No tenía ni idea de la existencia de ninguno de los dos pero igualmente me embarqué a la aventura (siiii, re reblede, ir a escuchar tango a Ciudad Vieja).
Con excelente compañía, así que esta noche de jueves en CV promete. No como la última.
Más que cumplir la promesa, fue un viaje en el tiempo, lleno de anacronismos y contradicciones.
Mientras esperaba por el 77, daba vueltas al mausoleo de Artigas, jugando a "Adentro de ciudadela-Afuera de ciudadela" un juego muy apropiado.... para niños de 5 años.
Vi pasar evidentes turistas y evidentes montevideanos...
Chinos, muchos chinos (como La Catalina "y cuando digo chino, digo chino en general, por esos chinos de países similares, que no son chinos pero son chinos igual").
Un señor que no podía ser otro que Papá Noel, volviendo a su casa luego de un día de su trabajo invernal.
Dos muchachos que identifiqué como Sladislavos, sólo por darles una nacionalidad basada en lo que escuche de su conversación (todo el mundo tiene derecho a una nacionalidad), dieron un par de vueltas por la plaza hasta que encontraron a la Policía Turística y después no los vi más.
Llegó el 77, llegó Gonza.
Empezamos a caminar y nos encontramos con una señora (aka La China, por darle una nacionalidad a ella también), que luego cruzar por la Puerta de Ciudadela se acercó a nosotros y nos preguntó dónde quedaba Ciudad Vieja. En un bonito -y desentrenado- inglés le expliqué que no se podía estar más en Ciudad Vieja que en el lugar donde estaba parada. Encantadora la China, yo ni loca me mando a China a los 40-50 años, sola y de noche (por establecer un paralelismo). Quería saber además dónde había un restaurant, y dónde estaban el Teatro y el Centro.
Luego de las indicaciones, nos despedimos y seguimos viaje, por Sarandí hasta Guaraní, y de ahí hasta Buenos Aires y Maciel.
Dos veinteañeros silencian sus celulares al sentarse en una mesa del bar más antiguo de Montevideo. A unos metros, frente a un micrófono, estaba un tipo de traje, remera, championes, lentes de sol, pelos parados... rolinga, por ponerle un calificativo (que él mismo se adjudicó).
Empezó a cantar y fue impresionante. Una voz increíble. Unos tangos hermosos.
Si cerraba los ojos, era Radio Clarín.
Cuando terminó arrancamos a caminar, despacito, todavía inmersos en ese aura de música y nostalgia, bien a la uruguaya, con la viscosidad propia del tiempo suspendido.
Inconsciente e irrevocablemente, terminamos en Lo de Margot... Si, si y si.
El lugar perfecto para la noche del jueves...
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