
Como dos veces.
La que siempre me acuerdo es que mucho, mucho tiempo después de leer esta entrada,
iba en el 522 camino a casa, masticando mis pensamientos (y otras flores que había comido esa tarde) y de repente empiezo a reirme frenéticamente.
La gente del bus no entendía nada.
Pero no me importaba.
Había alcanzado la iluminación.
Y ahora tengo una remera que da fe. ¡¡YEY HERMAN!!
Doy fe... doy fe...
ResponderEliminar¡¿Si?! ¿A cuánto el quilo?
ResponderEliminar