16 junio 2010

Adios número nosecuanto

Cuando era chica, vivía con mi abuela, a media cuadra de la casa de Meche, mi hermana de leche (mi mamá nos amamantó a las 2). A los 3 años me fui con mi familia a San José, pero seguimos volviendo a la casa de la abuela, y siempre iba a lo de Meche. Así mi familia es la familia de Meche y al revés y viceversa. Al papá de Meche le digo papá, y ella al le dice papá al mío, lo mismo con nuestras madres y abuelas. Meche es mi hermana menor, la quiero y la cuido como tal.

Agueda cocinaba mucho mejor que mi abuela, entonces yo aprovechaba para almorzar siempre que podía con ellos. También era la que me hacia té con leche cuando iba, a mi mucho no me gustaba, pero si lo hacía ella no tenía ningún problema. Toda mi vida entré a la casa de Meche por la puerta del fondo, y siempre la encontraba cocinando, chiquitita y llena de energía.
En febrero cumplió 100 años y decidí recordarla así, felíz de la vida, rodeada su familia y amigos. Los mismos que hoy fuimos a despedirla.
No fue una sorpresa, pero eso no quiere decir que este adiós no sea triste.


No sé cómo seguir, sino con un poema de Mario Benedetti que me rondó toda la noche, mientras le apretaba fuerte la mano a mi hermana.


Pasatiempo
Cuando éramos niños
los viejos tenían como treinta
un charco era un océano
la muerte lisa y llana
no existía

Luego cuando muchachos
los viejos eran gente de cuarenta
un estanque era océano
la muerte solamente
una palabra

Ya cuando nos casamos
los ancianos estaban en cincuenta
un lago era un océano
la muerte era la muerte
de los otros

Ahora veteranos
ya le dimos alcance a la verdad
el océano es por fin el océano
pero la muerte empieza a ser
la nuestra.

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